Vienen sus llamas cuando ya no somos
materia combustible de esos fuegos.
Un viento las sacude, ya qué tarde
para descomponer la arquitectura
de piedra, en la que un día ?cuanto tiempo?
convirtieron la dúctil, blanda casa
donde quisimos alojar su entonces
nada inflamable corazón llamando.
Frígidos seres, con angustia y solos,
nuestro calor pidiendo mas negándose
a compartir la pira, el holocausto
donde el amor se ofrece. Que tardaban
en irse, porque hacían como un curso
de precalentamiento en que iniciarse
hacia la hoguera, el rito de vivirse
con esa incandescencia en que nos vieron.
Siglos hará de que nos convertían
llamaradas en roca; qué dureza,
tras la ceniza, nuestro ser tomando.
Granito somos cuando reaparecen
reveladores de voraz incendio,
de la necesidad y la belleza
de arder como ya entonces nos quemamos.
Viejos planetas, sí, donde los soles
pasan lejanamente por nosotros,
nada podemos ofrecer ahora
tras la tardía fundición de quienes
inoportunamente nos descubren.