A Fidel no le agrada la actual situación de Cuba,
ser el adalid de una masa proletaria.
Es decir, mirar el destino directamente a los ojos.
Él sabe que el tiempo juega en su contra
que la revolución lo estafó con sus ofertas demagógicas.
Impaciente espera la posición en la que va a inmortalizarse,
elegir el ademán preferido
su última consigna anti – norteamericana.
Hace algunas semanas no duerme,
teme ahogarse en el océano de sus propias utopías.