A UN CABALLERO Y UNA DAMA

Firmio, en tu edad ningún peligro hay leve;
porque nos hablas ya con voz escura,
y, aunque dudoso, el bozo a tu blancura
sobre ese labio superior se atreve.

Y en ti, oh Drusila, de sutil relieve
el pecho sus dos bultos apresura,
y en cada cual sobre su cumbre pura
vivo forma un rubí su centro breve.

Sienta vuestra amistad leyes mayores:
que siempre Amor para el primer veneno
busca la inadvertencia más sencilla.

Si astuto el áspid se escondió en lo ameno
de un campo fértil, ¿quién se maravilla
de que pierdan el crédito sus flores?

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