No es su nobleza la del cisne

Suaves vendas de marfil y verde hoja
las cortinas.
Ellas también.
Al igual que los jarrones y los libros
cuyo lomo incita a la caricia,
al igual que el abanico abierto en la pared.
También los muebles
y la máscara de paja.

Y hasta los peces del acuario
te saben mirar así,
como si fueran bustos de varones patrios,
estáticos caballos
montados por jinetes de baraja.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.Los campos obligatorios están marcados con *