Fin de estación

Es todo lo que hay: una roca que brilla al fin del día.
Habíamos viajado noches enteras y extraviadas
muy cerca del esplendor de lo esencial:
lluvia sobre la piel
sopa en la garganta
y un anillo con forma de tortuga.

Habíamos puesto ropa a secar
sobre árboles que susurraban en la oscuridad.
Y nuestra compasión formaba parte del todo
como el antibiótico en el bolso, y la manzana
y el faro al fin del mundo.

Habíamos imaginado este regreso sin gloria
y sin fracaso
como una pieza de cemento de un artista desconocido.

Los ojos ven al mismo tiempo
el gato gordo del vecino cazando gorriones
en el sol de marzo
y un paisaje en donde nadie llega alegremente
por el sendero para concederme una beca de
convicción.

La roca dispara luz sobre la mesa
y apoya el gatillo en las fábulas del mundo,
no aparecerá en la foto (no la verás.)

De Bulgaria, 1998

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.Los campos obligatorios están marcados con *